En
su alegoría de la caverna, el filósofo Platón decía que la realidad que vemos
es una sombra o una copia de algo que se nos muestra desde nuestras espaldas
hacia la única pared en donde está puesta nuestra visión. En la pared se
encuentran la sombra del observador, de los objetos alrededor de él —en
síntesis— de la realidad total que podemos ver. Como no está permitido voltear
la vista hacia otro lado, entonces sólo vemos las sombras desfilar en una
pasarela oscura y eterna.
Por
ello, nuestro sesgado y hasta apasionado entendimiento puede hacer que esa
realidad sea tan diversa. Eso lo confirmé cuando por el Parque principal de
Chiclayo, en plena juramentación, encontré a viejos amigos políticos y les
pedí, con honesta curiosidad, acerca de la iniciativa del alcalde de salir a
barrer las calles de Chiclayo el primer día del año. Como era de esperarse, uno de ellos me afirmó
indignado que por su casa la basura hasta el momento seguía ahí; otro, me dijo
que era “sólo para la foto de rigor”.
Por
mi parte, sin embargo, sí vi sorprendido que la avenida Leguía —al menos por el
sector donde vivo— estaba limpia de bolsas de basura o de residuos del
holocausto de muñecos que deja el viejo año, aunque se notaba que la
recolección había sido hecha con una velocidad muy usual, pues los pequeños
montículos de barro seco y polvo aún mostraba el rastro de las palas o los
instrumentos que levantan la basura. En fin, algo es algo. Aunque para Platón
ese algo también hubiese sido sombra.
Confieso
que el calor infernal sólo hizo que me quedara hasta la juramentación del
cuarto regidor, a pesar que vestía short y un polo fresco, y el libro
“Israel-Palestina” de Vargas Llosa me daba la sombra suficiente a mi rostro
para divisar a media distancia a las nuevas autoridades que juraban por sus
muertos y por los vivos de un Chiclayo que necesita tener esperanza, sobretodo
después del esperpento atroz que nos dejó el anterior régimen.
Al volver a casa, me
percaté que un diario había publicado una pequeña imagen del alcalde barriendo
la ciudad. Entonces recordé de nuevo a Platón y su odio por los poetas, los
cuales a decir del filósofo griego no podrían estar jamás en su República
ideal, pues ellos copiaban una realidad ya copiada: hacen una sombra de otra
sombra. Como el lenguaje y la fotografía hacen sólo una diferencia material,
creo que los fotógrafos asumen ahora un papel más cercano a lo que se refería
Platón en sus escritos. Y esa escoba, símbolo de limpieza —recuerden cuán
“limpias” eran las manos de los símbolos pasados— es una sombra que llegará a
la trascendencia (otro concepto platónico) cuando los prisioneros se liberen y
salgan de esa caverna y se supere esa frase de Adorno y Horkheimer en
“Dialéctica del Iluminismo”: “De la inmadurez de los dominados vive la
decadente sociedad”.
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