Hace
tres años, en la Escuela de Post-grado de mi Alma Mater, me encontré con una ex
compañera de universidad. Ella había solicitado un documento que avalaba sus casi
concluidos estudios de maestría; pero se regresaba a hacer un reclamo que,
según decía, le causaba indignación.
En
el dichoso papelito le habían colocado que la “Bachiller Tal estaba cruzando
estudios…”. “¿La Bachiller?”, me dijo, “¿qué se han creído? ¡Yo soy Licenciada!”.
Cuando le dije que también era bachiller, me dio un confuso discurso que no
pude entender y, por la magnitud de su cólera, preferí no seguir con esa
discrepancia lógica.
Le
quise hacer recordar aquella clarísima explicación que nos dio el profesor de
Literatura Peruana (allá por el sexto ciclo, creo) acerca de los grados y los
títulos, en cuya clase definitivamente ella también estuvo. Pero no. Entonces desde
ese tiempo hasta la fecha, todavía puedo encontrar colegas que no tienen muy
claro el rumbo de sus estudios y confunden agua con aceite a pesar de bañarse
con ambos todos los días.
Cuando
uno cruza los cinco, seis o más años de universidad, termina con una capacidad
investigativa determinada, aprendida a lo largo de ese periodo, asimilada en
sus cursos teóricos y metodológicos, es decir, concluye con un determinado
conocimiento de la ciencia en general y algunos puntos particulares de su
aplicación. A ese nivel o grado finiquitado se le llama bachillerato.
Si
se quiere seguir por la línea de la investigación, profundizando en el campo
científico, —en otras palabras— si se desea subir de grado, para aplicar nuevas
teorías o descubrir importantes hipótesis que alimentarán la fuente
investigativa, entonces el estudio que se demanda es el de maestría. Y,
siguiendo ese camino, el doctorado sería otro grado más en donde —aquí se marca
la diferencia— se ostenta una teoría propia (por eso recordemos que no todos
los médicos o abogados son doctores y, en su mayoría, ni siquiera magísteres).
En
cambio, la licenciatura es el permiso que te brinda el estado de un país para
validar tu competencia dentro de tu especialidad, es decir, el visto bueno para
saber si estás apto en tu disciplina particular y puedes ir al campo laboral y
aplicar los conocimientos de tu específica carrera. Ese permiso o licencia se
llama título profesional. Y si se quiere continuar profundizando en una rama
mucho más específica de una disciplina, se puede escoger una “segunda
especialidad” y así conseguir otro título. Por tal motivo, uno puede ser
bachiller y licenciado al mismo tiempo, o tener dos o tres títulos y seguir
siendo bachiller.
Por
el contrario, cuando se quiere seguir una maestría, importa poco el título, por
eso jamás te lo piden y ni siquiera lo mencionan de pasada. Hoy en día, con
tantas maestrías en el mercado —y con las menciones más quijotescas— ya hasta se
han olvidado de la esencia de seguir estudiando y de la vertiente formal de los
procesos académicos.
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