La
violencia y la masacre son actos repudiables e injustificables. Pero debemos
entender que la única manera de predecir la violencia, de calmarla o —en el
mejor de los casos— anularla por completo, es estudiar cada hecho violento con
paños fríos —lejos de apasionamientos obcecados—, y analizar las motivaciones y
las circunstancias en nombre de una paz definitiva.
La
revista “Charlie Hebdo” tenía (tiene)
la particularidad de ridiculizar a las tres más grandes religiones monoteístas
del mundo: cristianismo, judaísmo e islamismo. Para dicho fin, caricaturizaban líderes
religiosos o alguna divinidad, manteniendo un arraigado mensaje homosexual en
los personajes que elegían para su escarnio, o colocaban a los creyentes
adjetivos como “idiota” (por asumir su fe); todo ello en nombre de la libertad
de prensa, más aún avalados por la conducta artística de los dibujantes que, en
un supuesto reclamo social, podrían defender su causa con el siguiente
principio moral (¿o amoral?): “el arte es libre de decir lo que sea”.
La
homosexualidad, ¿la tolero pero la ridiculizo?
En
lo antes mencionado, existen varios puntos por analizar. ¿Por qué la
homosexualidad sigue siendo tomada por los programas —televisivos o escritos— para
hacer reír? En el fondo, el mensaje subliminal que se transmite es el
siguiente: el homosexual es en sí un ser ridículo. Ese parentesco con lo
irrisorio —como alguna vez lo analizaría un especialista— se lo impone una
sociedad machista con sus reglas de “dominio” y “fuerza” como valores supremos.
Entonces, desde ese punto de vista, el homosexual es asumido como la
ridiculización de la mujer, al cual hay que señalar como “débil” y como alguien
que no ha entendido su ser, un personaje extraviado, amorfo y sin identidad.
Por
su parte, los caricaturistas daban un mensaje de libertad sexual y de libre elección
de credos; sin embargo, ellos mismos —en escondida contradicción— ridiculizaban
a los personajes religiosos, colocándolos como homosexuales, mostrándolos con
modales grotescos, estrafalarios y dueños de una “vida alegre” que no sé si les
cauce gracia a los de dicho gremio.
Pero
¿por qué el homosexual no se siente tan afectado? Tal vez sea por lo que alguna
vez señaló Fromm en su libro “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”: la
abstractificación de la civilización moderna. Así, el filósofo de la Escuela de
Frankfurt señalaba que nuestro mundo —en búsqueda de su máxima racionalidad— ha
convertido a sus instituciones y a sus personajes en abstracciones, asumiendo una
impersonalidad nunca antes vista en la historia. Por ejemplo, el que condena ya
no es la voluntad de un monarca concreto, sino una ley abstracta, sin rostro y
sin pasiones; otros ejemplos pueden verse en la palabra “clientela” o, incluso,
en “dinero” o en “hombre”.
Por
todo lo expuesto, si fue ridiculizada la homosexualidad —como subliminalmente lo
ha sido en la revista francesa—, no le ha afectado a ningún homosexual en
particular; e incluso la gramática ayuda a tal fin: “homosexualidad” es un
sustantivo abstracto. En cambio, la ofensa sí es directa cuando se menciona a
Mahoma, a Jesucristo o al Papa, pues ellos son representantes de un Dios en la
Tierra; son carne del absoluto, y son vistos por los creyentes como la
concretización misma de la divinidad.
Todos en el
mismo saco
Con
la premisa errónea de que todo el que lleva sotana es pederasta u homosexual,
los caricaturistas —indirectamente— condenaban todo el credo cristiano; por su
parte, también echaban en el mismo saco a los creyentes musulmanes, acusándolos
de potenciales suicidas o creados para el terror, desconociendo que los grupos
violentistas son un número limitado, y equivocándose al creer que la gran
mayoría de mahometanos no desea la paz con occidente —representado por Israel—.
Esta reconciliación no se ha logrado por la incapacidad de los políticos tanto
de uno como de otro bando, dando pie a que los extremistas tomen más terreno y
exhiban la violencia como única solución, violencia que llega también del
estado judío.
Por
otra parte, luego del injusto asesinato de los caricaturistas, varias mezquitas
fueron atacadas en Francia. Este hecho puede ligarse a la idea anterior: una reacción
ante lo abstracto; es decir, no reconociendo a los culpables materiales, se traslada
la culpabilidad a toda una institución que, en este caso, se convierte en
paredes que hay que destruir en nombre de la justicia.
¿Mahoma, el
culpable?
¿Hasta
dónde puede llegar el error de una visión “abstractificada”? Lo que parece ser
posible, según los expertos, es que los terroristas hayan sido los que tomaron
la decisión de atacar, es decir, ninguna organización concreta los envió, sino sólo
fueron “mártires de Alá”. Sin embargo, uno de los hermanos, Cherif Kouachi, afirmó
que Al-Qaeda los había financiado. En concreto, fue lo primero y lo único que
dijo, lo cual hace muy sospechosa su actitud. ¿Puede un suicida,
fundamentalista, religioso, absolutamente espiritualizado, pensar en la
“financiación”, en el dinero, y hacer de esas palabras las únicas y últimas que
emite al mundo entero antes de ser “mártir de Alá”? Más bien parece un discurso
occidentalizado (mercantil) de un títere sabrá Dios de quién.
En
el libro “Israel-Palestina: Paz o guerra santa”, Vargas Llosa cuenta de la
primera terrorista palestina, Wafa Idris, enfermera de 29 años. Ella se hizo
volar en pedazos en nombre de Alá. Todos los vecinos que la conocieron, y que
nuestro Nobel interrogó, afirmaron que nunca vieron en ella una ferviente
religiosidad. Entonces, ¿qué pasó con Wafa? Posiblemente, dos situaciones: el
rechazo brutal de su marido por no poder darle un hijo o las terribles torturas
que padeció su hermano a manos de judíos. ¿Poseen los fanáticos suicidas mentes
—no religiosas— sino perturbadas, que son manipuladas por ideas “políticamente
contrarias” y que entregan su vida en nombre de un mundo despiadado que les dio
la espalda? Ojalá todo cambie. “Ojalá”, por cierto, es una voz árabe (wa-sa Alá) que significa “Y Dios
quiera”.
¿El arte es
amoral?
Este
tema es muy polémico. Hasta donde se puede analizar, el único arte amoral sería
el arte abstracto, aquel que no puede ser concebido en un mundo material y
concreto, y que está sumergido en innumerables interpretaciones, tan subjetivas
como inacabables. Pero ¿y si todo arte es abstracto? Recordemos la canción
“Flor de retama” exclamando “¡A pólvora y dinamita!” o también la reciente obra
teatral limeña que, supuestamente, hace apología al terrorismo; ¿serán estas
obras de arte amorales?
Todo
este tema preocupó mucho al maestro Arguedas quien no reconocía un arte sin
moral, aún frente a las contundentes explicaciones de semiólogos y
hermenéuticos que ponían al arte como un conjunto de signos fuera de este mundo
—aunque inspirado en él— con su propia moral y sus propios credos. Es la eterna
batalla entre el materialismo y el idealismo.
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