martes, 17 de febrero de 2015

A propósito de “Charlie Hebdo” - Por: César Boyd Brenis - Diario "La Industria" (25/01/15)

La violencia y la masacre son actos repudiables e injustificables. Pero debemos entender que la única manera de predecir la violencia, de calmarla o —en el mejor de los casos— anularla por completo, es estudiar cada hecho violento con paños fríos —lejos de apasionamientos obcecados—, y analizar las motivaciones y las circunstancias en nombre de una paz definitiva.

La revista “Charlie Hebdo” tenía (tiene) la particularidad de ridiculizar a las tres más grandes religiones monoteístas del mundo: cristianismo, judaísmo e islamismo. Para dicho fin, caricaturizaban líderes religiosos o alguna divinidad, manteniendo un arraigado mensaje homosexual en los personajes que elegían para su escarnio, o colocaban a los creyentes adjetivos como “idiota” (por asumir su fe); todo ello en nombre de la libertad de prensa, más aún avalados por la conducta artística de los dibujantes que, en un supuesto reclamo social, podrían defender su causa con el siguiente principio moral (¿o amoral?): “el arte es libre de decir lo que sea”.

La homosexualidad, ¿la tolero pero la ridiculizo?
En lo antes mencionado, existen varios puntos por analizar. ¿Por qué la homosexualidad sigue siendo tomada por los programas —televisivos o escritos— para hacer reír? En el fondo, el mensaje subliminal que se transmite es el siguiente: el homosexual es en sí un ser ridículo. Ese parentesco con lo irrisorio —como alguna vez lo analizaría un especialista— se lo impone una sociedad machista con sus reglas de “dominio” y “fuerza” como valores supremos. Entonces, desde ese punto de vista, el homosexual es asumido como la ridiculización de la mujer, al cual hay que señalar como “débil” y como alguien que no ha entendido su ser, un personaje extraviado, amorfo y sin identidad.  

Por su parte, los caricaturistas daban un mensaje de libertad sexual y de libre elección de credos; sin embargo, ellos mismos —en escondida contradicción— ridiculizaban a los personajes religiosos, colocándolos como homosexuales, mostrándolos con modales grotescos, estrafalarios y dueños de una “vida alegre” que no sé si les cauce gracia a los de dicho gremio.  

Pero ¿por qué el homosexual no se siente tan afectado? Tal vez sea por lo que alguna vez señaló Fromm en su libro “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”: la abstractificación de la civilización moderna. Así, el filósofo de la Escuela de Frankfurt señalaba que nuestro mundo —en búsqueda de su máxima racionalidad— ha convertido a sus instituciones y a sus personajes en abstracciones, asumiendo una impersonalidad nunca antes vista en la historia. Por ejemplo, el que condena ya no es la voluntad de un monarca concreto, sino una ley abstracta, sin rostro y sin pasiones; otros ejemplos pueden verse en la palabra “clientela” o, incluso, en “dinero” o en “hombre”.

Por todo lo expuesto, si fue ridiculizada la homosexualidad —como subliminalmente lo ha sido en la revista francesa—, no le ha afectado a ningún homosexual en particular; e incluso la gramática ayuda a tal fin: “homosexualidad” es un sustantivo abstracto. En cambio, la ofensa sí es directa cuando se menciona a Mahoma, a Jesucristo o al Papa, pues ellos son representantes de un Dios en la Tierra; son carne del absoluto, y son vistos por los creyentes como la concretización misma de la divinidad.

Todos en el mismo saco
Con la premisa errónea de que todo el que lleva sotana es pederasta u homosexual, los caricaturistas —indirectamente— condenaban todo el credo cristiano; por su parte, también echaban en el mismo saco a los creyentes musulmanes, acusándolos de potenciales suicidas o creados para el terror, desconociendo que los grupos violentistas son un número limitado, y equivocándose al creer que la gran mayoría de mahometanos no desea la paz con occidente —representado por Israel—. Esta reconciliación no se ha logrado por la incapacidad de los políticos tanto de uno como de otro bando, dando pie a que los extremistas tomen más terreno y exhiban la violencia como única solución, violencia que llega también del estado judío.

Por otra parte, luego del injusto asesinato de los caricaturistas, varias mezquitas fueron atacadas en Francia. Este hecho puede ligarse a la idea anterior: una reacción ante lo abstracto; es decir, no reconociendo a los culpables materiales, se traslada la culpabilidad a toda una institución que, en este caso, se convierte en paredes que hay que destruir en nombre de la justicia.

¿Mahoma, el culpable?
¿Hasta dónde puede llegar el error de una visión “abstractificada”? Lo que parece ser posible, según los expertos, es que los terroristas hayan sido los que tomaron la decisión de atacar, es decir, ninguna organización concreta los envió, sino sólo fueron “mártires de Alá”. Sin embargo, uno de los hermanos, Cherif Kouachi, afirmó que Al-Qaeda los había financiado. En concreto, fue lo primero y lo único que dijo, lo cual hace muy sospechosa su actitud. ¿Puede un suicida, fundamentalista, religioso, absolutamente espiritualizado, pensar en la “financiación”, en el dinero, y hacer de esas palabras las únicas y últimas que emite al mundo entero antes de ser “mártir de Alá”? Más bien parece un discurso occidentalizado (mercantil) de un títere sabrá Dios de quién.

En el libro “Israel-Palestina: Paz o guerra santa”, Vargas Llosa cuenta de la primera terrorista palestina, Wafa Idris, enfermera de 29 años. Ella se hizo volar en pedazos en nombre de Alá. Todos los vecinos que la conocieron, y que nuestro Nobel interrogó, afirmaron que nunca vieron en ella una ferviente religiosidad. Entonces, ¿qué pasó con Wafa? Posiblemente, dos situaciones: el rechazo brutal de su marido por no poder darle un hijo o las terribles torturas que padeció su hermano a manos de judíos. ¿Poseen los fanáticos suicidas mentes —no religiosas— sino perturbadas, que son manipuladas por ideas “políticamente contrarias” y que entregan su vida en nombre de un mundo despiadado que les dio la espalda? Ojalá todo cambie. “Ojalá”, por cierto, es una voz árabe (wa-sa Alá) que significa “Y Dios quiera”.

¿El arte es amoral?
Este tema es muy polémico. Hasta donde se puede analizar, el único arte amoral sería el arte abstracto, aquel que no puede ser concebido en un mundo material y concreto, y que está sumergido en innumerables interpretaciones, tan subjetivas como inacabables. Pero ¿y si todo arte es abstracto? Recordemos la canción “Flor de retama” exclamando “¡A pólvora y dinamita!” o también la reciente obra teatral limeña que, supuestamente, hace apología al terrorismo; ¿serán estas obras de arte amorales?


Todo este tema preocupó mucho al maestro Arguedas quien no reconocía un arte sin moral, aún frente a las contundentes explicaciones de semiólogos y hermenéuticos que ponían al arte como un conjunto de signos fuera de este mundo —aunque inspirado en él— con su propia moral y sus propios credos. Es la eterna batalla entre el materialismo y el idealismo.  

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