viernes, 23 de julio de 2021

La filosofía en verso desde “Filosofía vulgar” - Por: César Boyd Brenis - Diario Correo (23/7/2021)

Toda definición novedosa de poesía trae consigo una estela de polémica. El caso más próximo aconteció hace pocos años cuando un filólogo español remarcó: “La poesía es filosofía en verso”.

Si la poesía es también filosofía, con sus rasgos particulares y su envestidura, resulta adecuada —y hasta comprobatoria— la formulación de Luis Eduardo García al denominar a su libro “Filosofía vulgar”.

El calificativo “vulgar” puede entenderse en una acepción para este caso: “lo que más abunda”. Aquí está implícito que, en sus estados de “pureza”, filosofía y poesía adquieren una separación.

Por un lado privilegiado está la filosofía llamada “académica”, buscadora de la verdad, criticadora del entorno antiguo y venidero, y que es vista a priori por encima de la filosofía “vulgar” en tanto poesía, ocupadora de un lugar de menos relevancia.

En “Filosofía vulgar”, la poesía conjuga experiencia subjetiva muy latente con elegancia versificadora. Esa combinación refleja lo que el libro quiere acumular: la línea proverbial, que es “lo que más abunda” en el imaginario de la cultura.

Ya el poema de título homónimo advierte: “El sentido común no es obra de la razón,/ sino de la experiencia” (p. 137). El yo poético nutrido de experiencia es el arma mejor construida, pues no necesita del lado “académico” para elevar sus ideas.

Por su parte, el imaginario popular entiende “filosofía”, entre otras formas, como proverbio, cuyo motor es concebido desde el rigor de la sabiduría, hija de la experiencia y fuente de la poesía, es decir, fuente de la filosofía “vulgar”.

La experiencia de cada persona está petrificada en un proverbio, es decir, en la construcción de un mapa que guía las acciones futuras y trasciende en los procederes de los otros (en segunda persona): “Has amado a la bestia equivocada” (p. 34), “Tú eres tal vez el legado” (p. 75) y “Nada puede escapar de ti” (p. 104).

El libro se asienta en lo proverbial a pesar que posee tres partes (poemarios) relativamente separadas por temáticas y por tiempos de publicación. Así tenemos: “Teorema del navegante” (TN), “La unidad de los contrarios” (UC) y “Filosofía vulgar” (FV).

El autor ha propuesto una línea discursiva unitaria en dichas partes al articular tres grandes temas filosóficos envueltos muchas veces en la cotidianidad y la acción mundana. En TN se identifica la libertad; en UC, el amor; y en FV, la realidad. En las tres partes la línea proverbial (filosófica-vulgar) no perece. Esta permanencia actúa como explicación para que la última parte (FV) dé el título al conjunto entero.

En TN, lanza la primera estocada: “Estar atado de manos no es el fin,/ es el comienzo de la libertad”. La idea de libertad empieza por anular el maniqueísmo: “No existe el bueno y el malo,/ únicamente existimos porque el espejo nos refleja”.

A partir de esa disolución poética, el ir y venir del “navegante” sin límites desemboca en un proverbio furibundo: “El viaje fidedigno es arribar a ninguna dársena” (p. 69). Es decir, no estar en calma. En otras palabras: ser libre. La libertad no se entiende sin el desorden y el riesgo.

En UC, se apela a una ley física conocida: los polos opuestos se atraen. Esa atracción no solo se establece en el vínculo hombre-mujer, sino que amplía su proyección en su forma abstracta a lo que rodea al amor o a las pasiones: “Entre lo muerto y lo vivo,/ entre el caos y el orden,/ entre el olvido y la memoria,/ entre el accidente y la causa,/ entre el amor y el odio” (p. 94).

El tono de esta segunda parte se ensambla perfectamente con las máximas inapelables que emite el yo poético: “Amar sin ser amado/ es una catástrofe de la especie,/ aunque le ocurra a un solo hombre” (p. 73), “Por los ojos entra el amor/ y por allí mismo sale” (p. 74), “Lo austero es la riqueza/ de los solitarios” (p. 75).

En FV, los epígrafes de Cioran y Kant podrían ubicarse incluso al comienzo del libro, y no desencajarían. El primero reclama la lucidez para sacarnos de lo vulgar. Sin embargo, existe otra frase del francés —no aparecida en el libro— que reza: “La filosofía no es posible más que como fragmentos”. Lo que significa que no son necesarios los sistemas filosóficos de los académicos, sino la reflexión aislada, fragmentaria, es decir, la filosofía “vulgar”.

Por su parte, el epígrafe de Kant afirma que no se aprende filosofía, sino a filosofar. Así, el libro no trata de ubicarse en un sistema, sino empuja la experiencia como circuito para la reflexión.

La osadía del libro es haberse ubicado en ese limbo de las ideas. En un tiempo en que la poesía está inundada de descripciones metafóricas donde solo se insinúa la realidad sin ideas, “Filosofía vulgar” se detiene en el aparato crítico y se arriesga a filosofar en verso.

domingo, 11 de abril de 2021

"Antonio Salerno y la búsqueda de la obra" - Por: César Boyd Brenis - Diario La Industria (11/4/2021)


No es casualidad que Antonio Salerno haya dejado Chiclayo y decidido alojarse en un pequeño departamento en Miraflores (Lima). Su búsqueda angustiante de la soledad ha sido complemento con un lugar especial para escribir.

Tampoco es casualidad que este centro de inspiración haya sido la modesta vivienda donde pasó los últimos días de su vida Georgette de Vallejo, la viuda de nuestro poeta universal. Estos condimentos del destino buscado llevaron a Salerno a tomar una decisión.

Después de una década de postergaciones y de prestar atención a otros trabajos que lo distraían del objetivo, el novelista decidió concluir de una vez por todas la historia de un grupo de personajes tan atípicos como reales.

Antonio, un pensador constante en la muerte, en su desaparición absoluta, se había propuesto dejar cuanto antes un legado que testifique los excesos sociales y políticos que muestran las universidades del Estado en su pretensión de sacar lo peor de sí.

Antes ya había publicado dos historias cortas en el libro “El ruido del silencio”. La primera es la versión aumentada y corregida de "La Joya y el eunuco", que el mismo autor publicó hace algunos años en su primer contacto novelístico.

Ese texto se ubica entre la novela policial y la histórica. Lo primero, por un dato sorpresivo que se reluce al final de la historia, en el que un personaje casi sin importancia toma vuelo para redondear la trama irresuelta.    

Lo segundo, por desear ajustarse al contexto post reforma agraria, en la ruina de una familia de hacendados, que el imaginario popular hubo alimentado, y que el autor escogió en un afán de plasmar esa condenación irreparable.

El autor ha pasado ya los treinta años y ha obtenido algunos pergaminos en concursos de cuento y poesía. Además, es un personaje que representa cierta contracultura que, alimentada por el análisis obsesivo, se ve reflejada en su obra.

El tiempo de encierro por la pandemia le ha sido propicio en cuanto a facilitar el ritmo de avance en su trabajo literario. Por eso que, entre el vigor y el desgano, terminó “Caza de cuervos”, la novela que engloba en su estructura y en sus ideas una visible madurez.

No es extraño este logro. Las obsesiones de Salerno se entremezclan con alejamientos prósperos y desenfrenos aislados. Estos ritmos de vida se condicen con las expresiones polémicas y viscerales que ha emitido en ciertos contextos.

La imagen de “chico malcriado” no lo libra de su responsabilidad de mejorar su obra cada día. Esta es sobre todo el centro de sus obsesiones, que pueden desembocar en inseguridades que apuntan hasta en la colocación de comas.

Estos detalles de perfeccionismo se aprecian además en el desprecio por ciertas palabras, la búsqueda de la regla actualísima de las mayúsculas o la restructuración de párrafos y oraciones. A todo esto se suma incluso la inversión económica para buscar nuevas miradas.

Antonio todo lo tamiza y lo pule. “Caza de cuervos” es la finalización de una ronda de permutaciones y pruebas en torno a las historias que se superponen y se complementan. El inicio y el punto final encierran un trabajo admirable.

Nada es casualidad en sus desenlaces, como tampoco que el libro sea publicado en este 2021. Las ideas de la historia se compactan con la actual situación social. En ese contexto de espejo perturbador, es sin duda la novela del Bicentenario.