¿Qué
sentirás, amiga, en ese Más Allá que en ocasiones mencionabas? ¿Se sentirá como
en un instante paralizado infinitamente en una sonrisa? ¿Tal vez como cuando te
embelesabas sin descanso, a pesar de todo, escribiendo tus mensajes de vida,
tan comentados y aplaudidos? ¿Se sentirá como un eterno abrazo de todos tus
amigos que mencionabas con bello recelo porque te querían demasiado? ¿Qué se
sentirá, amiga? Ya no podrás contestarme, Tatta Torres.
Esas
preguntas son inevitables en un mundo finito, con personas que dejan de serlo,
con cuerpos que se acaban, con historias que no merecen un punto final pero que
igual terminan. El primer día del Mes del Amor nos deja una amante de las
letras como pocas. La sorpresa de todos los que nos quedamos nos ha invadido.
Apenas hace más de una semana hablé con Tatta, porque ella ya estaba preparando
la última edición de su revista “Ahora y siempre”, un espacio cultural que cada
tres meses traía expectativas en el público local, y que ya llevaba
heroicamente diecisiete años de circulación.
Partió
cerca de la una de la mañana, en una madrugada con olor a lluvia y humedad.
Partió antes de clarear el día, tal vez pensando en los que quedaban, tal vez
viendo a su padre que la llamaba con la voz cariñosa y amena de sus mejores
tiempos, para así calmar esa terrible condena que la tenía postrada en una
silla de ruedas: la miastenia gravis.
Su
vida estuvo rodeada de premios y condecoraciones. La Antigua Escuela de Periodismo
"Carlos Uceda Meza" de Trujillo, su Alma Mater, le otorgó la Medalla
Periodista José Faustino Sánchez Carrión en el Congreso de la República;
asimismo, el Gobierno Regional de La Libertad, la Universidad Señor de Sipán e
innumerables instituciones, empresas, agrupaciones, clubes, etc. han mostrado
el cariño y el justo reconocimiento a su labor periodística y vivencial.
Tuve
el alto honor de representar a Tatta en la condecoración que una universidad
local le otorgó hace algunos años. Ella, lamentablemente, no pudo trasladarse
al auditorio de esa casa de estudios y me envió como su mensajero. Fue una
grata experiencia por la solemnidad y trascendencia del evento, dado el poco
interés que la universidad en general brinda a sus artistas y gestores
culturales.
Una
persona que apostó su tiempo y su dinero para perennizar una revista cultural,
solamente con el ánimo de hacerle un bien a la comunidad, no es decir poco.
Tatta daba sus escasas energías que le quedaban para editar, revisar,
diagramar, enviar, las más de veinte páginas de “Ahora y siempre” con el afán
romántico y arriesgado de vivir de ello, es decir, vivir de la cultura, que es
algo absolutamente increíble e irreal.
Tatta se ha ido y su
ejemplo quedará en la memoria de los lambayecanos. Se ha ido a reunirse con su
gran amigo Nicanor de la Fuente, de quien valoraba sus más bellos consejos; con
Alfredo José Delgado Bravo quien le hizo tantos sonetos que alguna vez me
enseñó sonrojada; con su padre, de quien recordaba aquella anécdota tan
chispeante y entretenida, cuando este le dijo: “Yo en Trujillo era el señor
Torres Ortega, pero aquí en Chiclayo solamente soy el papá de Tatta”; ahí se va Carmen “Tatta” Torres Tello, con las
personas que le pertenecen, porque ya es un ángel.
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