En
la actualidad, no existe un tratado de más obligatorio análisis —en torno al
origen y génesis de la Literatura— que el capítulo tres del libro “Contra las
musas de la ira” de Jesús G. Maestro; libro que ha dado un paso más allá de las
teorías posmodernas del siglo XX y cuya inclusión en los estudios
universitarios debería ser —a estas alturas— un hecho consumado.
Consciente
de la importancia de su tratado, el profesor Maestro abre el capítulo con una
frase dantesca: “Nadie ha surcado el agua que navego”. Pues a través de las
décadas de teoría, “el agua de los otros” ha enlodado y oscurecido el tema
hasta escamotearlo una y otra vez o —en su defecto— volverlo una patraña. En cambio,
apoyado en el espacio antropológico del sistema de Gustavo Bueno, el autor encuentra
una forma ordenada de dar explicación a este asunto, sin el cual ni siquiera se
podría dar una definición exacta de Literatura.
El
espacio antropológico, es decir, la realidad que envuelve al hombre, se divide
en tres ejes fundamentales. En primer lugar se tiene el eje circular, el cual
consiste en la relación que los seres humanos tienen entre sí. En segunda
instancia se encuentra el eje radial, que implica la conexión que posee el
hombre con el entorno inanimado. Y finalmente, el eje angular es la relación
del hombre con la dimensión metafísica, es decir, con los númenes o los dioses
(lo animado e inhumano).
A
partir de esa clasificación, la Literatura se ha materializado en personas como
los autores, los lectores, los críticos, etc. (eje circular); también se ha
plasmado en tablillas, papiros, papel, etc. (eje radial); y, ha afirmado —para
aceptarlos o burlarse— la sacralidad de sus contenidos (eje angular). En ese
contexto, el tratado expone tres tesis: 1) la Literatura nace en el eje angular; 2) se desarrolla
en el eje radial; y 3) alcanza su máxima
dimensión en el eje circular.
Nacimiento y
desarrollo
Desde
Grecia, lo esencial de la Literatura es el racionalismo, a pesar que sus
orígenes están dados entre saberes irracionales y acríticos. Pues la magia, el
mito y la religión han tenido sobre ella una influencia capital. Es decir, a
partir del eje angular, la Literatura se ha ido relacionando con la magia (la creencia
numinosa), el mito (la creencia mitológica) y la religión (la creencia
teológica); sin embargo, sobre la base de un entorno filosófico ha adquirido su
independencia material.
A
través de los siglos, la magia y el mito no han desaparecido, pero adquieren
otras características, de carácter lúdico, que desde la crítica (es decir,
desde la filosofía) llevan el nombre de “ficciones”. El concepto de ficción también
es desarrollado ampliamente en el libro (capítulo siete), en donde derrumba muchas
creencias ingenuas acerca de la definición del término. Maestro —en pocas
palabras— la toma (a la ficción) como una realidad no operatoria, o sea, aquella
que actúa hasta los límites de la obra, y no en la realidad del mundo (“nadie
se puede tomar un café con el Quijote, aunque muchos creen que sí”).
Por
otro lado, la Literatura ha ampliado su radio de acción con los materiales que
han servido para propagar sus contenidos. Desde el papiro hasta el libro
electrónico, la Literatura se empodera del eje radial e influye en las
políticas editoriales y económicas, desde las cuales su desarrollo no podría
explicarse.
Literatura y
racionalismo
Lo
realmente original de este tratado es la consonancia que el autor imprime entre
la Literatura y la historia del racionalismo, vista aquella como la máxima
expresión de este. Es decir, no se podría entablar un estudio coherente de la
Literatura, sin un “mapa” que nos ayude a entender cómo la razón ha ido cambiando
nuestra visión del mundo, sino solamente apelando en última instancia a la
ideología, la teología o la seudociencia.
Esta
especie de “mapa” se muestra en la imagen donde constan los tipos y los modos
de conocimiento literario. Como se aprecia, a partir de la intersección de un
tipo con un modo de conocimiento, resulta una especie o familia de literatura.
A saber, son cuatro: Literatura primitiva o dogmática (tipo pre-racional y modo
acrítico), Literatura crítica o indicativa (tipo racional y modo crítico),
Literatura programática o imperativa (tipo racional y modo acrítico) y
Literatura sofisticada o reconstructivista (tipo pre-racional y modo crítico).
El
orden de aparición de estas cuatro familias no es arbitrario, pues siguen un
patrón histórico muy preciso. La conexión de una con otra posee un sentido en
su devenir. Solamente el crítico (el filósofo), desde la actualidad, puede
interpretar no solo la intencionalidad del autor en su tiempo (emic), sino también la perspectiva
presente de los lectores, autores en vida o de otros críticos (etic), apoyado en la dialéctica a favor
de una separación objetiva de estas familias.
Los
libros de la Literatura primitiva o dogmática —en un inicio— no se concebían como
“literatura”, sino como texto sagrado. La Biblia y el Corán no fueron escritos
para ser literatura de ningún tipo, pues tuvo fines sacros y morales
(sobrevivencia de un gremio o pueblo). Sin embargo, desde la actualidad, reúnen
las condiciones para ser tomados como textos literarios.
Por
su parte (o contraparte), la Literatura crítica o indicativa desmitifica o
desacraliza el texto sagrado, y si toma númenes o dioses en sus contenidos lo
hace para burlarse o reprenderlos. “El Quijote” es la expresión máxima de esta
familia de literatura, pues Cervantes asesina todos los idealismos, burlándose
de estos a través de sus locos y sus excesos (también recuérdese “El licenciado
Vidriera”). Pocos se dan cuenta de ello, porque pocos han leído críticamente “El
Quijote”, pues —como dice Maestro— “es uno de los libros más terroristas de la
historia”.
La
Literatura programática o imperativa toma como referencia a las ideologías, las
seudociencias, las teologías y las tecnologías; pues su contexto político es
muy avanzado. Es propia de los imperios. Aquí están todas las literaturas
comprometidas con un gremio —de los que ahora abundan— o con un Estado, y casi
siempre sustentadas en algún manifiesto o proclama que los adeptos han de
abrazar acríticamente.
Mientras
que la Literatura sofisticada o reconstructivista utiliza tipos de conocimiento
pre-racionales, es decir, retóricos, arcaicos, lúdicos y seductores; aunque
críticos. Es la literatura más abundante, donde entra Borges, Cortázar, Kafka,
Aleixandre, Rilke, etc. Tal vez es la literatura que más se hace actualmente,
desde los Harry Potter y las historias misteriosas, mágicas, fantasiosas, hasta
la poesía de los libros importantes, de los premios insignes, de las
imaginaciones que amontonan palabras. Hasta aquí el mapa está servido.
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