No
conozco al gran poeta Víctor Hugo Díaz (Santiago de Chile, 1965). Esa condición
de lejanía se revertirá este viernes y sábado (27 y 28 de
noviembre), cuando el mencionado vate visite Chiclayo, el lugar de su fin de
semana, antes de enrumbar por varios países de Latinoamérica. Su paradero
estará en el Festival del Diantre, una celebración de la poesía que año a año
ha ido calando en la tradición cultural de nuestra ciudad, y que este 2015
cumple su séptimo aniversario (número cabalístico), para lo cual sus
organizadores han traído a un sureño que promete exorcizarnos con su pluma.
En
el 2004, Víctor Hugo Díaz ganó el Premio Pablo Neruda de Poesía Joven, galardón
conseguido también por Raúl Zurita, otro distinguido poeta de las letras
chilenas. Este premio es otorgado a un autor menor de cuarenta años en plena
producción, que aparte de ofrecer sus buenos miles de dolares, brinda una
medalla (“¿en qué se gasta varios miles de dólares un poeta?”, esa es una
pregunta obligatoria para Víctor Hugo). Ha publicado “La comarca de los senos
caídos” (1987), “Doble vida” (1989), “Lugares de uso” (2000) y “No tocar”
(2003).
Tal
vez ya en el Chiclayo de todos nuestros días, en su hotel de refugiado, dirá
como en su segundo libro: “La noche era el obscuro escenario/ sobre estos
barrios/ A través del rectángulo de la ventana/ solo la visión detenida… parabrisas
sucio/ ante el paso de los vivos”.
El
poeta Juan José Soto, organizador del evento, me cuenta que el invitado chileno
estará en el festival compartiendo mesa con Cromwell Castillo (vate que alguna
vez me refirió que mover la pluma era más trascendental que mover “el cuerpo
sobrante”). Esa dupla, sin duda, fortalecerán los oídos de los invitados, tanto
que los anularán, en nombre de un silencio estruendoso que es la reflexión.
Víctor
Hugo, aún libre de nuestra cercanía poética, quizá arribe a la Ciudad de la
Amistad, ironizando con sus versos de La invención de los amigos: “Los extraños
que conocemos/ son cada vez más jóvenes// Es igual para todos, una calle
lateral/ batiendo los brazos a distintas velocidades/ pero siempre cuesta
abajo/ Afluentes de una misma inundación”.
La
inundación de la poesía se sentirá en Chiclayo con varios representantes del
verso local, así como Raúl Ramírez Soto, Jorge Fernández, Javier Villegas,
Marino Camacho, Stanley Vega, Matilde Granados, Joaquín Huamán, Mariana Llano, Marie
Linares, Ernesto Facho; y la incertidumbre contundente o esquiva del poeta
Ernesto Zumarán, la cual da la pincelada de la presencia o ausencia de su ser
fulminate. Con ello, la fiesta del Diantre está pagada.
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