
Por
lo primero porque hay una ejecución civil cuyos permisos son conseguidos por
aprobación de ciertos propietarios que acceden a que sus paredes sean pintadas,
salvo excepciones donde los muralistas se arriesgan a tomar el toro por las
astas y cuyo acto se convierte en un desacato civil. Y por omisión porque al
silenciar una opinión política explícita condicionan dos asuntos; el primero es
que podrían pactar con cualquier tienda partidaria que les pueda abrir un
espacio para seguir manifestándose; y segundo —contraponiéndose a lo primero—
para afirmar tácitamente que la política no vale la pena tratarla por la
degradación de las esferas del poder.
Tocando
su praxis, hace algunos años leí en una pared la frase que tal vez es la más
idealista en relación con la política: “Sin poesía no hay ciudad”. La ciudad,
instituida políticamente, es aquel territorio que tal vez menos necesita de la
poesía, y la alusión a dicho arte puede estar lanzado como una provocación o
una máxima desacatadora.

La
“acción”, que su título sostiene, puede remitir a dos posiciones que funcionan
como caras de la misma moneda. En primer lugar, la “acción” está centrada
exclusivamente en la “propagandización” de un arte (poesía) devaluado o
ignorado por esta sociedad. Y en segundo lugar, que las “acciones poéticas”
anteriores a este movimiento han sido insuficientes (los libros de poemas, los
recitales líricos, los manifiestos estéticos, etc.), pues a pesar de su
frecuencia no han tenido la suficiente contundencia para imponer un ideal de
arte que el mundo actual exige. Entonces, ante esa falencia, surge “Acción
poética” con jóvenes alimentados por renovados espíritus.
No
es casualidad que dicha renovación se refleje en los muros con frases de amor
romántico y de optimismo galopante como temáticas. Pues solamente una postura
de heroicidad, heredada del romanticismo, podría asumir semejante tarea de emprendimiento
y desacato.

Son
diez años que esta obra recorre el mundo (no es poco), y si ha llegado a
nuestra ciudad de Chiclayo apenas hace casi tres años, se podrá afirmar lo que
el gran Antonio Cisneros refirió de Hora Zero: “Han comenzado con el pie
derecho, ahora les falta escribir con las manos”.
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