viernes, 17 de febrero de 2017

"La idea del amor" - Por: César Boyd Brenis - Diario La Industria (17/02/17)

A lo largo de las décadas de la segunda mitad del siglo XX hasta entrado este siglo, el filósofo español Gustavo Bueno ha fortalecido un pensamiento llamado Materialismo Filosófico. Él se separa del llamado “materialismo vulgar” y establece desde la filosofía un complejo sistema, cuya actualidad y contundencia se deja notar en sus libros, artículos, ensayos, conferencias, revistas, y todo lo que este pensador ha legado al campo de la filosofía, desde el cual se puede divisar la realidad CONSTRUIDA por la ciencia, que más que un conjunto de conocimientos es una CONSTRUCCIÓN operatoria.

Para entender el amor desde este sistema, tendremos que hablar rápidamente de los tres géneros de materia. El primero, llamado M1, es la materia de las cosas concretas, que se pueden tocar y percibir, lo que se llama “el mundo”. El segundo género, llamado M2, es aquel que se expresa a través de lo psicológico, de los sentimientos y las emociones subjetivas. El tercero, llamado M3, es lo lógico, lo conceptual, lo construido racionalmente.

Entonces, el amor, como idea se puede abordar desde el campo de la filosofía, tomando en cuenta los tres tipos de materialidad concebidos por Bueno. De esa forma, el amor visto desde el M1, apunta a la concretización del amor en un cuerpo u objeto determinado, es decir, el amor debe centrarse en un cuerpo objetivo, ya sea una madre, un hijo, una mujer, tal vez un diamante, hasta un perro, etc.

Desde el M2, el amor también es una transmisión de emociones, pasiones, fantasías, mitologías, elucubraciones, romanticismos, etc. Es en este campo en donde la propaganda barata de los comerciales de televisión ha centrado su atención, para vender el producto de turno o enrumbar a los amantes a campos del “riesgo del amor” (compras indiscriminadas, atuendos del día, prendas íntimas que harán “brotar la pasión”, etc.). Pero además, en contraposición, existen personas que rechazan el amor con las mismas pasiones que los otros lo desean; entonces se vuelven los odiosos, los burlones, los aguafiestas, entre otros varios calificativos.

Desde el M3, el amor es también una construcción racional. La neurociencia ha aportado estudios que señalan cómo funciona nuestro cerebro cuando el amor se activa en sus distintas etapas. El enamoramiento más juvenil actúa de manera diferente al amor maduro y sólido de una pareja de adultos. Además, la historia puede también aportar ciertos hechos y tendencias culturales acerca del amor. El amor griego antiguo, el árabe, el chino u el occidental de la actualidad tienen rasgos particulares que los hacen distintivos y, al estudiarlos, nos sedimenta una idea “evolutiva” de este fenómeno.

Ahora bien (aquí lo más importante), cuando se reduce el amor a un solo género de materia, se desnaturaliza por completo y lleva a execrables tendencias ideológicas (“amor platónico”) o religiosas (la mujer sojuzgada por el Islam). Por lo tanto, si se reduce el amor al primer género de materia, entonces se creerá que la corporalidad pura es la única fuente del fenómeno, es decir, que se endiosa el contacto corporal (puede ser sexual o no) de manera patológica.

Si se reduce al segundo género, entonces se desvincula de todo “mundo concreto” y se vive en las nubes. Se crea una mitología del amor, un idilio, una vida soñada, maltratada, purificada, maldecida, bendecida, entre otros adjetivos que pueden pretender relucir algún aspecto subjetivo del amante. El aislamiento de toda realidad puede llevarnos, por ejemplo, a separar abiertamente el amor del dinero, y no conducirlos juntos como dos fenómenos que van de la mano.

Por último, reducir el amor al tercer género de materia nos conduciría a creer que el amor es razón pura o construcción solamente lógica, indivisible, o alegar con argumentos reduccionistas que el amor no existe o no podría existir. En el tercer género de materia, se teoriza del amor sin ver lo concreto de sus posibilidades ni las claves psicológicas que lo determinan.

Si se podría hablar de “amor verdadero”, entonces se tendría que apreciar el amor desde los tres géneros de materia. De no ser así, la realidad devorará vivo al que no sabe razonar. Pues el reto es mantener conjugados esas dimensiones como cualquier ser inteligente. Por eso, la felicidad desde la impostura actual, según Gustavo Bueno, es un mito; porque es un psicologismo. Y la vida misma no podría explicarse por sí sola con mitologías.

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