Para
entender el amor desde este sistema, tendremos que hablar rápidamente de los
tres géneros de materia. El primero, llamado M1, es la materia de las cosas
concretas, que se pueden tocar y percibir, lo que se llama “el mundo”. El
segundo género, llamado M2, es aquel que se expresa a través de lo psicológico,
de los sentimientos y las emociones subjetivas. El tercero, llamado M3, es lo
lógico, lo conceptual, lo construido racionalmente.
Entonces,
el amor, como idea se puede abordar desde el campo de la filosofía, tomando en
cuenta los tres tipos de materialidad concebidos por Bueno. De esa forma, el
amor visto desde el M1, apunta a la concretización del amor en un cuerpo u
objeto determinado, es decir, el amor debe centrarse en un cuerpo objetivo, ya
sea una madre, un hijo, una mujer, tal vez un diamante, hasta un perro, etc.
Desde
el M3, el amor es también una construcción racional. La neurociencia ha
aportado estudios que señalan cómo funciona nuestro cerebro cuando el amor se
activa en sus distintas etapas. El enamoramiento más juvenil actúa de manera
diferente al amor maduro y sólido de una pareja de adultos. Además, la historia
puede también aportar ciertos hechos y tendencias culturales acerca del amor.
El amor griego antiguo, el árabe, el chino u el occidental de la actualidad tienen
rasgos particulares que los hacen distintivos y, al estudiarlos, nos sedimenta
una idea “evolutiva” de este fenómeno.

Si
se reduce al segundo género, entonces se desvincula de todo “mundo concreto” y
se vive en las nubes. Se crea una mitología del amor, un idilio, una vida
soñada, maltratada, purificada, maldecida, bendecida, entre otros adjetivos que
pueden pretender relucir algún aspecto subjetivo del amante. El aislamiento de
toda realidad puede llevarnos, por ejemplo, a separar abiertamente el amor del
dinero, y no conducirlos juntos como dos fenómenos que van de la mano.
Por
último, reducir el amor al tercer género de materia nos conduciría a creer que
el amor es razón pura o construcción solamente lógica, indivisible, o alegar
con argumentos reduccionistas que el amor no existe o no podría existir. En el
tercer género de materia, se teoriza del amor sin ver lo concreto de sus
posibilidades ni las claves psicológicas que lo determinan.
Si se podría hablar
de “amor verdadero”, entonces se tendría que apreciar el amor desde los tres
géneros de materia. De no ser así, la realidad devorará vivo al que no sabe
razonar. Pues el reto es mantener conjugados esas dimensiones como cualquier
ser inteligente. Por eso, la felicidad desde la impostura actual, según Gustavo
Bueno, es un mito; porque es un psicologismo. Y la vida misma no podría
explicarse por sí sola con mitologías.
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