
Por
los meses de noviembre y diciembre, leí en las redes sociales a varios
ingenieros expertos que PREDECÍAN una sequía para
este verano. Tuve la osadía de preguntarles acerca de si dicha falta de lluvias
afectaría también a los valles de Motupe y alrededores. Me afirmaron que sí,
que iba a ser duro.
De
más está decir que nada de eso ha sucedido. Las lluvias se han desatado en el
Perú trayendo huaicos, destrucción, ríos desbordados o con peligro de hacerlo,
poblaciones inundadas, más de seis mil afectados e incluso una vertiente en Ica
que, hace cincuenta años no veía el agua, ha revivido milagrosamente como el
ave fénix para imponer su fuerza natural.

Pero
¡oh sorpresa! El Niño malcriado se negó a venir pero, aun así, decían los
expertos, el dinero sirvió para mejorar algo de las infraestructuras dañadas
por los años. ¿Sirvió? Ya lejos de ese panorama, nos encontramos ahora con unas
desgarradoras escenas que dan crédito a que la supuesta sequía de este año
solamente ha sido un engaño más de un antiguo dios griego, caprichoso y
juguetón.
¿La
ciencia de la Meteorología se ha convertido en un Oráculo? Recordemos que el
“oráculo” es la respuesta que da una deidad por medio de los sacerdotes de su
orden, es decir, por los ingenieros expertos. Los pobladores comunes y
corrientes, como yo, nos preguntamos por qué existe tanto error a la hora de
afirmar ciertos acontecimientos en torno al estado del tiempo, el medio
atmosférico, los fenómenos producidos y las leyes que lo rigen.
¿Qué pasa con esta
ciencia? ¿Falta de tecnología avanzada? ¿Pocas capacitaciones de los expertos
para estar a la vanguardia de los conocimientos del mundo? ¿Sirve para algo dar
siempre las conclusiones de PREVENCIÓN para esto o para lo contrario cuando esas
palabras las pueden decir hasta los chamanes de La India que en el cosmos ven
visiones espectaculares? ¿O acaso las ciencias meteorológicas ya cayeron en el
mismo hoyo de las Letras, es decir, hacen rituales espiritistas para decir lo
que se siente frente a un fenómeno de la realidad de su campo de acción? ¿O
acaso el clima ya es una metáfora (“un texto”, como dicen los necios) que se
tiene que resolver filológicamente?
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