martes, 2 de agosto de 2016

"Elogio de la modestia" - Por: César Boyd Brenis - Diario "La Industria" (27/07/16)

Meter un gol en un clásico del fútbol peruano es casi un poema; pero hacerlo al último minuto tiene que serlo absolutamente. Así, entre un ambiente de “realities”, “zorros zupes” y futbolistas vinculados con las orlas de lo vacío, emerge desde las praderas de la humildad y el amor por su familia, un individuo cuya curiosa manifestación de orgullo es tan contradictoria con su especial condición de ganador. Es un lunar mediático en medio de un mundo de competencias desleales y cinismos: nunca halaga su trabajo.  

En la novela “El túnel” de Ernesto Sábato, el personaje Juan Pablo Castel se quejaba de los individuos que nunca declaraban orgullosos su talento (lo que él llamaba “la vanidad de la modestia”); sin embargo, si yo no hubiese tratado unas cuantas veces con Hernán Rengifo (Chachapoyas, 1983) no podría dar testimonio de tan profundo recato para nunca disparar una palabra que conmocione su ego. Él prefiere la sencilla descripción de una jugada, para él, azarosa, y puesta por el Dios que todo lo puede, que decir algo acerca de su buen juego y olfato goleador. Tiene una sinceridad de acero.   

Nunca alardea de sus grandes goles. En el 2014 jugó para el Juan Aurich de Chiclayo y fue un vecino digno de mencionar. Por ser yo el profesor de su hijo, lo cité a él y a su esposa para hablar de la situación académica de Sebastián Rengifo. Y entre las formalidades que requiere el caso, se coló un inevitable halago mío: “El gol de fuera del área contra Inti Gas fue de otro planeta”. Mas tuve como respuesta: “A veces sale, el equipo jugó bien”. Siempre con el impersonal “sale”, nunca con “me salió”. Siempre con la primera persona del plural: “nosotros”, nunca con “yo”.

Jorge Luis Borges siempre menospreciaba su literatura por considerarla deficiente y decía ya viejo, ciego y genio: “tal vez a los doscientos años pueda aprender algo del arte de escribir”. Su segunda esposa, “la Kodama”, publicó alguna vez en un libro en conmemoración al gran maestro que todos los actos de modestia de Jorge Luis eran absolutamente sinceros, y nunca sacados de un baúl de falsas modestias o simuladas honestidades. Algo de esto tiene Hernán Rengifo.    

Revisando todas sus entrevistas (exceptuando las de Polonia, Chipre y Turquía, que estoy seguro fueron del mismo rigor), siempre está negándose a sí mismo, no viéndose nunca como un protagonista, no aceptándose jamás, al menos solamente como elemento de un todo que lo determina. Así sucedió a comienzos de este año, cuando anotó un gol que compararon con uno del argentino Kun Agüero. Ante esto, Rengifo (“Renyifo” le decía un comentarista de Fox Sport cuando jugó la Copa Libertadores en el 2013), Rengifo afirmó, con su cara tímida, su voz pausada y su rostro sincero: “No… yo no hago ese tipo de goles, tuve la fortuna que el defensa se resbala y por ahí pues… salió”.

En esa misma entrevista, rescata conmovedoramente, con tono pausado y voz parecida a un poeta cuando lee en un recital, sin esa máscara que le cubre el rostro por lesión, rescata que él siempre será el jovencito que jugaba Copa Perú y que, terminado el colegio, iba a jugar por el equipo de sus amores (la “U”) y que eso late en él tanto que no podría pensar jamás que ya es otro.

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