jueves, 22 de marzo de 2012

Algunos poemas de "La misa del yo insaciable" (2011) - Penúltimo poemario de César Boyd

LA MISA DEL YO INSACIABLE


César Boyd Brenis




Despegue y cortesía

(Prólogo)


Cada vez que termino un nuevo libro, con cierto aplacamiento, rememoro el final de la novela La Náusea de Sartre. Y lo evidencio porque, como señala el personaje Roquetin, al principio sólo el trabajo fatigoso hace posible el libro, aunque en el fondo el esfuerzo perseverante sólo tiene un propósito: la contemplación de un pasado sin repugnancia.

Lejos de esa visión inmediata, mantengo el vuelo ya emprendido. Y, con plena humildad, me regocijo con las muestras de afecto hacia alguno de mis poemas; los cuales con el tiempo siguen teniendo constantes cambios en tanto las licencias me lo permitan.

En ese contexto, la poesía encuentra los caminos en dos partes inseparables. Una de éstas, se hace fuerte en la vida misma, en las experiencias que nutren los sentidos, en el enfrentamiento sin cuartel contra el mundo y sus terribilidades, en la sombra y la luz del universo en contacto con lo más humano. La otra parte se mueve en las expresiones de lo abstracto, de lo conceptual, de lo que se adquiere con las teorías o las formas críticas, los supuestos, el estudio de lo común y lo diferente, de lo que los oídos asimilan con lentitud de bestia racional.

Por lo tanto, la poesía se construye con los libros leídos y con la vida a veces invivible o insanable, y con una potente carga eléctrica que viene desde los inmemorables poemas homéricos o, tal vez, de la experiencia más próxima con un amor o un odio. En ese plano, se reta a la vida escribiendo y, a los libros, destrozándolos. He ahí el yo insaciable.

Ahora ya, sartrianamente, con el trabajo fatigoso concluido, con la tranquilidad de un presente sustentado, agradezco la lectura de estos seres vivos que llegan a sus manos. Lo que encontrarán no será un libro genial, sino quizás entretenido. Tal vez para leerlo de una sola pasada, y quedarse con algo de lo que lo inspiró. La misa del yo insaciable es la desembocadura de lo que siempre quise presentar: un poemario sencillo y fluido. Y al ofrecerse en un formato simple, refleja el ser interno del libro que es mi propio ser interno. De esta manera, dejo el testimonio en manos del que lo reciba. Yo ya me detuve a tomar aire.



Chiclayo, agosto de 2011.



Memoria de un cuento

Yo he tendido a la cosificación de las personas.
Y he tendido
a la personificación de las cosas.
Los motivos fueron simples:
muchos viejos trajes que estimaba a muerte,
muchos enemigos que fueron mi familia.
Por eso, yo he tendido
a no lavarme el rostro con frecuencia,
a coser mis prendas hasta lo último de vida
y seguir con ellas sobre mi cuerpo.
Yo he tendido
a acostarme con decenas de mujeres
sin mirarlas a los ojos,
a observar mis baratijas con ahínco.
Yo he tendido a la cosificación de las personas.
Yo he tendido
a la personificación de las cosas.
Y sólo me arrepiento de contarlo.


Versión desfigurada

Yo soy el amor
y propongo un fortín para el vacío,
una aceptación y un acierto.
Yo soy el amor sin manos, sin pies
y sin mirada. Por ello,
tendremos que coser la noche
sin abrir la puerta
ni encender la luz. Propongo
ese encierro eternamente,
sólo para hablarte
de que yo soy el amor

y fuera de mí hay sólo un cuerpo.


Gratitud

Y cuando me amanecí por primera vez
mirando las nubes,
tuve la sensación de haber muerto.
Estaba sólo borracho
pero seguía muerto.
Y cuando el cuerpo ya no pudo,
no cambiaron las paredes de mi cuarto
ni el alma de las cosas personales,
sino sólo parecía que la luz no bastaba
para alumbrar las ruinas del espejo,
las fotografías y el llanto de mi conciencia
cuando mi madre me apuntaba con el dedo,
cuando mi madre, por primera vez,
se había amanecido

esperando que regrese.


Danzante

Hay borrachos anónimos que bailan
para darse un respiro,
espontáneamente.
Y los hay como Bukowski:
danzantes de tiempo completo
que escriben de pie en las noches
y aparecen en los diarios de la mejor mañana.
No son para imitar.
Pero hay gente que aspira redimirlos,
entregándoles sus bailes
en madrugadas prometidas.
No entienden su profundidad
ni su mensaje. Y lo retuercen
como un paso de salsa en el huaino.
Les queda fundamentarse en él
mencionándolo en un muro de piedra
que la piedra borra.
Bukowski no lo hubiese deseado.
El genio jamás quiere regresar

encarnado en quien pierde el paso.


Abandono

Adiós, Poesía.
Voy por el camino de los muertos.
Y ya no extraño las rarezas
de la retórica. Ni la escarcha.
Ni el pleito con otros demonios
que no sean yo: el yo insaciable.
Adiós, Poesía.
Ahora soy ausencia pura
para la lejanía de un poema

que escribí vilmente.

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