domingo, 11 de diciembre de 2011

"El celular, ¿qué es?" - POR: César Boyd Brenis - Diario "La Industria" (10/12/11)

No es lo que creemos. A simple vista, la pregunta podría parecer superficial, no despertaría dudas en nadie que se la formule y, deliberándola, hasta se podría pensar en un simple contenido semántico que el diccionario solucionaría. Sin embargo, en ella se esconde una de las incógnitas más enigmáticas de la naturaleza del ser. Pues el celular constituye un instrumento digital del cual sabemos cada vez menos en tanto más se amplían sus cualidades y sus usos.

¿Es una minicomputadora?, ¿un intercomunicador?, ¿un simple circuito? Pues no. Obviamente, una computadora (por más “mini” que sea) es siempre una computadora (otro enigma ontológico). ¿Un circuito? Pues sí y no, ya que un circuito es también una instalación eléctrica casera, así que sería insuficiente para definir al celular. Dado esto, a veces la historia ayuda a saber la naturaleza de los objetos viendo las circunstancias y/o las finalidades con que se creó.

El dato más lejano de la telefonía celular lo tenemos en el año 1973, en el que Martin Cooper se convertiría en el pionero de este invento revolucionario, del cual ya no se puede prescindir en ninguna esfera de la sociedad, por la importancia que ha adquirido en los negocios, en las relaciones sociales y hasta sentimentales. Su utilización influye directamente con la vida humana. Pero ¿qué es, esencialmente, el celular?

A todo esto se ha unido un sinfín de frases y bromas que van de boca en boca, calándose en la sociedad; tales como: “me compré un celular con sala-comedor y baño incluido”, llegando algún día tal vez a hablarse de un celular-casa. Pero, fuera de la ironía, todo este asunto quizá se relacione con un problema del lenguaje mismo o, tal vez, con un enigma filosófico.

Para irrumpir en la incógnita del “ser” del celular, nos tendríamos que colocar en un escenario muy particular. Tomaré una frase de Jean-Paul Sartre para poder dar cabida a lo que me propongo: “La existencia precede a la esencia”. Por esta afirmación, los entes (seres) no serían nada, esencialmente, antes de existir. Es decir, cuando el ente ya existe es que se va haciendo en el camino y, en general, nunca termina de hacerse hasta que deja de existir, es decir, hasta que fenece: su esencia está en su muerte. Cabe destacar que Sartre sólo ponía al ser humano como existente, por ser el único con conciencia de vida. Pues para él, por ejemplo, la piedra no existía.

A pesar de ello, me pareció pertinente aplicar al celular la interesante frase de dicho filósofo francés, ya que este aparato nunca termina de ser algo fijo, siempre está contradiciéndose y ampliándose. En esencia, el celular será “algo” cuando ya no exista, cuando esté concluido su ser. Sin embargo, si nos ponemos escépticos, ¿alguna vez existió el celular? Lo que utilizábamos en un tiempo sólo para hablar con otro, luego para escribir mensajes, luego para sacar información de Wikipedia, etc., ¿cuándo terminará?

Por otro lado, podríamos pensar que es un juego del lenguaje, tal como el maestro Luis Jaime Cisneros refería a sus alumnos: “Hemos sufrido con el problema del verbo al escuchar que es lo que refiere directamente a la acción. Pero lo que refiere directamente a la acción es la palabra “acción”, y, ésta, no es un verbo”. El lenguaje puede tener esos despistes. ¿Y qué hacer? Tener cuidado con él, tratarlo con estima y recelo, con cordura y escepticismo. Pero es el único instrumento que tenemos los seres humanos para el análisis de este tipo, exista o no el celular en este mundo tecnologizado.

Tal vez en el fondo, todo lo que el ser humano inventa es potencialmente existente y esencialmente circunstancial. En esta sociedad, las máquinas, las súper computadoras, los celulares hipermodernos, todo ello tiene algo que ni el lenguaje completa: lo inacabable.

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